viernes, 28 de junio de 2013

PERSONAS ANÓNIMAS

Algo inesperado que me ocurrió ayer es lo que ha hecho que hoy esté aquí escribiendo esto.


Nos pegamos toda la vida buscando, a veces no sabemos muy bien el qué, pero siempre estamos buscando algo.
La felicidad? un buen trabajo? posición económica o social? el amor de nuestras vidas?. En definitiva la aceptación de los demás.
Queremos a toda costa que nos quieran, que nos acepten como somos o incluso hasta que nos acepten fingiendo ser de otra manera.

De pequeños queremos que nos quieran nuestros padres, nuestros hermanos y familiares. Luego en la escuela nuestros profesores, de adolescentes queremos ser queridos y aceptados por nuestros amigos y de mayores queremos ser amados por nuestras parejas e hijos y aceptados por nuestros compañeros de trabajo.

Hay gente que dice que eso no es tan importante, que debes quererte tú a tí mismo o a tí misma. Pero yo pienso que sí es importante, no es necesario, vital, ni obligatorio, pero importante sí.

Yo como muchas personas he sido defraudada por otras tantas, he pasado por la desilusión y el desengaño de no ser amada o aceptada. Lo único que aprendí con los años es que aunque todo eso sí es importante para mí, no debe quitarme el sueño, ni las ganas de seguir con mis proyectos o mis creencias y valores.

Pero curiosamente, y para no desviarme del tema que me ha traído aquí hoy, voy a contar lo que me ocurrió en un semáforo de mi ciudad.

Yo practico yoga dos veces por semana y en mi itinerario hacia las clases siempre me encuentro con la misma persona en un determinado semáforo. Es un chico negro de los que venden pañuelos. Esa persona siempre tiene una sonrisa, una palabra amable, de aliento o de interés por todos, pero para mí siempre, no falla.

Ya en otras ocasiones, lo que dura el semaforo en rojo, me pregunta hacia donde voy, y a veces hablamos de lo que significa el yoga o me pregunta cosas acerca de esta práctica. En alguna ocasión  la gente me ha tocado el claxón para que arranque, porque ya sabemos todos que nadie quiere perder dos minutos más, en un semáforo.
Pues bien, el lunes pasado no pude  asistir a clases, y el miércoles cuando  llegué al semáforo se me acercó y me preguntó que cómo estaba, como hace siempre y que a donde me dirigía. Al responderle que iba a clases fué cuando me dejó atónita y me dijo que " qué me ocurrió el lunes que no me había visto pasar". Aparte de responderle explicándole el por qué de mi ausencia no podía salir de mi asombro al ver que alguien a quien veo dos veces por semana y ni siquiera conozco se haya dado cuenta de mi ausencia y eso me hizo sentir de varias formas.
Una evidentemente fué de alegría, ya que tengo amigos de varios años que ni siquiera saben qué días u horarios tengo en mis diferentes actividades, y la otra  fué de admiración, sentí que esa persona era grande de corazón. Alguien a quién ni siquiera una sola vez le he comprado un paquete de pañuelos fué capaz de notar mi ausencia. No os podéis imaginar lo que eso significó para mí y el giro que dió la tarde desde ese comentario.

Es por eso que necesitaba escribir esto por él, por esa persona anónima que fué capaz de levantarme el ánimo con solo unas palabras.

Eso me hizo pensar que aunque tenga a mi alrededor gente que me quiere de corazón, lo sé, al menos por un día fui importante para :

"El chico de los pañuelos".

Chewing

2 comentarios:

  1. Cuando empezamos a valorar las pequeñas cosas que nos van sucediendo es cuando de verdad saboreamos la vida en toda su esencia. Besos y enhorabuena por ese nuevo amigo anónimo. Gracias por compartirlo

    ResponderEliminar